11 julio 2010

Carboneros



Hay algo que caracteriza los amaneceres en Lusaka (Zambia), el esplendido sol tempranero y los carboneros bicicleteando camino a la ciudad.
Indistintamente las dos cosas resultan atractivas a los turistas extranjeros, a los cuales les encanta tomar fotografías que registren a uno por su hermosura y a los otros por su originalidad – no es muy común ver a un hombre de complexión mediana, cargando tres veces el peso de su cuerpo, en una vieja y desvencijada bicicleta, especialmente cuando lo que cargan son 175 kilos de carbón…

Todos los días, a eso de las 4 de mañana, estos personajes comienzan su viaje a los mercados de la cuidad, recorriendo distancias que rondan entre los 20 y 40 kilómetros. No importa si está muy frio, hace mucho calor o si llueve torrencialmente; su supervivencia depende pura y exclusivamente de la venta del carbón, por lo tanto hacer el viaje no es una opción. Indiferentes al clima, estos hombres “bicicletean” con determinación las 4 o 5 horas que les lleva llegar al mercado.
Venden cada bolsa de carbón a 25,000 kwachas (aprox. 5 dólares), cada hombre carga en su bicicleta unas 7 bolsas que pesan 25 kilos cada una. Cada carbonero corta un promedio de 15 árboles al mes.
Los arboles seleccionados para cortar son los más viejos y de madera dura, esto se debe a que el carbón proveniente de estos árboles dura mas y produce más calor que el obtenido de los de maderas más blandas. La edad promedio de estos árboles ronda entre los 200 y 300 años…



Los arboles utilizados para hacer carbón provienen de bosques vírgenes o de tierras privadas. La practica mas común utilizada por la agricultura africana, es cortar y quemar; este proceso fertiliza temporalmente la tierra utilizada para el cultivo de maíz (la gran mayoría de los granjeros carece de medios económicos para comprar fertilizantes). Estos dos procesos (carbón y agricultura) acaba exterminando grandes áreas de bosques vírgenes, las cuales dejan de existir, ya que ningún árbol es plantado en su lugar.

En el mes de Junio durante uno de mis viajes a las áreas rurales de Zambia, tuve la oportunidad de conocer a algunos de estos hombres carboneros, los cuales, con mucho placer me mostraron y explicaron el proceso de elaboración del carbón. Así que sin más, los seguí a campo traviesa hasta lo más profundo del bosque, hasta al mismo sitio donde estaban cortando y quemando arboles. A medida que me iba acercando al lugar, una mescla de tristeza y rabia me invadía. Por un lado el bosque virgen lleno de energía y vida, por el otro la tierra desnuda, maltratada y violada. La sola razón de saber que una semana atrás esa tierra desolada era un frondoso bosque africano me oprimió el corazón. Como ignorar los lamentos de los árboles caídos y el humo saliendo de los hornos de carbón!




Por un rato me fue difícil controlar las ganas de abofetear a los tres carboneros responsables de tanto destrozó, pero su mirada honesta (de gente con buen corazón) me aplacó, ya que aunque quisiera no podía permanecer indiferente a la justificada causa de tal barbaridad. Cortar árboles y hacer carbón es su forma honesta de ganarse el sustento diario.

Con orgullo uno de ellos me llevó junto a un viejo árbol y comenzó a explicarme cómo se las arreglaban para tirarlo abajo, sin casi utilizar herramientas o tecnología de ningún tipo. Su técnica e ingenio no dejan de sorprenderme: con una pala cavan alrededor del árbol, dejando sus raíces casi totalmente descubiertas y debilitadas; luego comienzan a zarandear el árbol hasta que este pierde el equilibrio y cae al suelo derrotado y listo para ser cortado. Luego de tener el árbol postrado, los carboneros comienzan a trozar el tronco en piezas de tamaño medio, que luego colocan en un pozo grande (cavado en la tierra) donde son quemados de forma lenta. Una vez encendido el fuego, el hoyo es recubierto con tierra y la vigilia comienza. Controlar el proceso de quema es esencial para asegurar que el carbón no se transforme en ceniza.



Durante la visita hice muchas preguntas, ya que quería entender las razones que los habían llevado a ser carboneros. A través de mi interrogatorio también intenté asesorar cuán conscientes eran del impacto ecológico de la deforestación y el papel que ellos jugaban en el mismo. Sin un indicio de vergüenza o consternación, me contaron que llevaban más de 15 años cortando árboles y que habían perdido la cuenta de cuantos llevaban cortados. Siguiendo un impulso, les pregunté: Y en todos estos años que lleváis cortando arboles, cuantos han plantado? Uno sonrió y no contesto, otro bajo la cabeza y quedó callado, el otro hizo como que la pregunta no era para él…

Hasta aquí, los carboneros resultan los villanos, los malos de la película. Asesinos de árboles, destructores del medioambiente. Pero antes de despotricar contra ellos, es bueno analizar más de cerca las razones y causas que llevan a estos hombre y muchos otros a hacer lo que están haciendo.
Ser o no ser un carbonero… para muchos es la única opción decente que tienen, ya que en las áreas rurales de África donde la pobreza es reina y señora, no hay casi medios de ganarse el sustento. Emigrar hacia las ciudades en busca de trabajo requiere tener una educación, para obtener una educación se necesita dinero, para tener dinero es necesario trabajar. por lo tanto el carbón es la única opción honesta disponible.
Según las últimas estadísticas, un 70% de los ingresos económicos de las personas viviendo en las áreas rurales provienen del negocio del carbón. Pero la necesidad del carbón no solo está en las áreas rurales, el 80% de la población de Zambia utiliza el carbón como su fuente principal de energía. El alto consumo del mismo es generado por la ineficiente e insuficiente producción de energía eléctrica, carencia de energías alternativas y la gran pobreza en la que viven la mayoría de sus habitantes.
Hasta el año 1975 Zambia fuer uno de los países más ricos de África, su gran riqueza económica se debía a que este país era uno de los mayores productores de cobre del continente africano. Pero la caída mundial del precio del cobre puso a Zambia entre los países más pobres del mundo. Este país cuenta actualmente con una población de 12.9 millones de habitantes, una capacidad laboral de 5.3 millones de habitantes y un nivel de desempleo del 50%. El nivel de pobreza actual es muy alto y millones de zambianos viven por debajo del nivel mínimo establecido por el Banco Mundial (1 dólar al día). Varios estudios muestran que el 70% de la población está ubicada en las áreas rurales, casi sin medios para sobrevivir.
Estas estadísticas se repiten en casi todos los países subdesarrollados de Asia, África y América Latina. El principal causante es la falta de estrategias socio-económicas, enfocadas a la solución controlada y permanente de la pobreza.
Asia, África y América Latina contienen el 60% de la población del mundo, de los cuales el 50% de ellos viven en pobreza. El alto índice de natalidad en estos continentes está incrementando de forma acelerada los niveles actuales de pobreza; en algunos países la población se duplica o triplica cada 30 o 50 años. Este alto índice de crecimiento poblacional afecta directamente la capacidad de desarrollo económico y las oportunidades laborales de la población más afectada, lo que está poniendo una presión muy alta en los recursos naturales de cada país.

Los hombres carboneros son sólo un muy pequeño ejemplo de las limitaciones y desafíos que enfrentan a diario las personas que viven en la pobreza. Ellos cortan arboles y hacen carbón, otros se prostituyen o trafican, muchos se dedican a la producción, distribución, venta y consumo de drogas. Otros tantos roban, matan y abusan.
Hay algo de lo que no nos podemos escapar, sus problemas son nuestros problemas, ya que directa o indirectamente nos termina afectando. No podemos continuar leyendo estadísticas, aprobando o desaprobando las mismas para luego continuar como si nada pasara.
Es hora de iniciar cambios, de desarrollar e implantar soluciones permanentes que apunten a la igualdad de oportunidades, al respeto por la naturaleza y a la desaparición de la pobreza.
Este cambio requiere la participación de todos y cada unos de nosotros, todos tenemos que ser parte del cambio. Este es nuestro planeta y nuestra gente.




“Sin trabajo no hay dinero… sin dinero no hay educación… sin educación no hay trabajo”



© 2010 Gabriela Abalo